La meditación es un
estado. Es un lugar al que hay que llegar sin ir a ninguna parte.
Cuando te sientes a
meditar vendrás del estado del hacer y deberás cambiar al estado de no-hacer.
Esa es la primera dificultad y quizá el primer desafío. Sentarte y permitirte
no hacer.
El ambiente adecuado
es un lugar tranquilo, sin TV, sin teléfonos que suenen (ni siquiera el celular
en vibrador), sin otros con los que hablar, con bajo nivel de estímulos, sobre
todo para no tentar a la mente y a la distracción. Si en tu casa no encuentras
un lugar así, sal a dar un pequeño paseo y busca tu lugar fuera del circuito
habitual de tu vida. El mundo es grande y siempre hay un rincón para volverse
silencioso, debajo de un árbol e incluso dentro de un templo en horarios en los
que no hay actividad. Siempre es una buena inversión armarse un rinconcito
sagrado en casa para parar un rato y volverse hacia el interior.
Una vez que hemos
conseguido encontrar el lugar del mundo para meditar buscamos una postura
cómoda para quedarnos un rato quietos y relajados. Es importante estar
sentados, cómodos (preferentemente con la espalda recta) y conscientes durante
todo el tiempo de la meditación. Si nos cuesta estar sentados con la espalda
recta, podemos adoptar una posición que nos relaje, en una silla, sentados en
el suelo con la espalda apoyada, sobre un almohadón o con algo debajo y hasta
acostados si no vamos a quedarnos dormidos. Recuerda que la meditación es un
estado interno por lo que la posición del cuerpo, al comienzo, puede variar. En
última instancia, cuando ya se ha dominado el ingreso a la meditación, es
posible hacer diversas actividades aún en ese estado.
Cuando meditamos
debemos dejar que el universo sea, como fue y será, aún en nuestra presencia.
Cuando estamos en la mente creemos que todo es porque nosotros lo percibimos,
que el mundo existe en tanto nosotros lo concibamos como tal, pero en el fondo
de nuestra consciencia sabemos que todo estuvo y estará antes y después de
nuestra presencia en la Tierra.
Toda esa concepción de
lo que es o lo que no es existe sólo en nuestras mentes. Por lo tanto lo que
buscamos en la meditación es trascender los pensamientos, toda la actividad de
la mente para vivir la experiencia de la consciencia pura o el Ser y estar en
el universo sin tratar de entender, sin pensarlo, sin actuar en uno u otro
sentido, dejar que el universo nos viva o se manifieste a través de nosotros.
La meditación es la
trascendencia del estado ordinario de consciencia, del estado en el que estamos
permanentemente juzgando, proyectando, recordando, calculando, interpretando.
Dejar que los pensamientos se disuelvan, disminuyan, que la mente quede en un
estado de latencia donde cada pensamiento que aparezca sea sólo el reflejo de
la mente y su naturaleza, como una nube en el cielo limpio que dejamos pasar
mientras observamos con toda nuestra percepción el gran cielo celeste que hay
detrás.
Si al comienzo son
muchas las nubes o el cielo está completamente nublado, el saber que detrás
está la gran cúpula celeste, nos debe dar la fuerza para quedarnos observando y
esperar que aparezca por entre medio de las nubes, espacios, silencios, y de
apoco, como siempre ocurre, las nubes se irán disipando, los pensamientos irán
disminuyendo hasta volverse pocos y pequeños.
Ese proceso sólo se
logra estando en calma, respirando suave y naturalmente, sin forzar ni siquiera
eso, la respiración, con la sola intención de volvernos observadores pasivos de
la existencia, con la confianza y la voluntad puestas en lo saludable del
proceso, en lo fascinante del viaje, en el placer del rato que nos dedicamos al
silencio y la quietud, en el gran aprendizaje que resulta que toda la
actividad de nuestra mente, las ideas, las preconcepciones, los juicios, etc.
se vuelvan relativos y podamos trascenderlos para conectarnos con nuestra
esencia pura y verdadera; el estado en el que hemos venido al mundo, un estado
que vive en nosotros y podemos encontrar detrás de toda la información
acumulada.
El comienzo de la meditación es una actitud, es permitirnos ir a ese estado, soltar sin miedo los prejuicios e imágenes que tenemos del mundo y de nosotros mismos para ser sin más ni más, sin egos, sin objetivos, sin querer alcanzar nada y observar conscientemente todo ello.
Pablo Rego ©2015
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta integral
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